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Claves para el retorno y la continuidad de clases

Cada vez son más los países que se encuentran en fase de regreso a clases. En América del Sur, Uruguay y Ecuador ya han comenzado a volver a las aulas. En el caso de Chile, pese a que aún no se vislumbra una fecha clara, desde el Ministerio de Educación ya se ha establecido que “es importante que los establecimientos educacionales se preparen” para cuando sea el momento.

En esta nueva edición del Boletín de Liderazgo Escolar abordamos recomendaciones de expertos al momento del regresar a las aulas y pensando en proyecciones a futuro. Pese a que en muchas regiones del mundo la suspensión de clases en el contexto de la pandemia por coronavirus es un hecho inédito, existen antecedentes previos que han permitido extraer algunos consejos para abordar el posible retorno. Por ejemplo, las medidas de seguridad tomadas en algunas zonas de China y Hong Kong durante la epidemia del Síndrome respiratorio agudo severo (SARS) del año 2003 permitieron reconocer algunas acciones clave para la formación a distancia y durante el retorno. Por otro lado, la experiencia acumulada desde los sistemas educativos, donde ya se ha comenzado el regreso, permiten reconocer puntos centrales a abordar.

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Un ejemplo que destaca entre los distintos equipos expertos que han realizado recomendaciones, es el de la Escuela de Educación de la Universidad Johns Hopkins. Su propuesta tiene dos focos centrales a la base: En primer lugar, las escuelas deben seguir las recomendaciones e instrucciones de salud pública con el fin cuidar la salud de estudiantes y equipos y de evitar rebrotes y cierres adicionales. Esto implica, no sólo cambios en los espacios físicos de enseñanza, sino, también, revisar los horarios, el calendario, el uso de materiales compartidos, el transporte, entre otros aspectos. En segundo lugar, el plan debe generar suficiente confianza como para que las y los estudiantes, educadores y apoderados se sientan preparados para el retorno a la presencialidad. Para ello, la comunicación clara de los pasos y sus propósitos juega un rol esencial.

En cuanto a los equipos y materiales físicos, es importante destacar la necesidad de realizar adaptaciones para dar cumplimiento a los requisitos de distancia social. A veces será necesario que el retorno se produzca de forma gradual: Sólo en algunas salas de clases, o con horarios reducidos, haciendo que la escuela en su totalidad tenga un regreso paulatino. Paralelamente, los autores destacan la necesidad de reforzar cuatro áreas: Tiempo, es decir, cómo organizar el resto del año escolar; talento, o cómo coordinar el trabajo de docentes y profesionales de la escuela; habilidades, bienestar social y emocional; y, por supuesto, el plan académico propiamente tal, es decir, qué se requiere para lograr aprendizajes exitosos en un periodo de readaptación.

En cuanto al tiempo, los autores recomiendan modificar el calendario académico, haciéndolo más flexible, y extender las horas de enseñanza y estudio, con el fin de aminorar las posibles pérdidas. Como fundamento, destacan evidencia sobre cómo en otros países se han reportado mejoras en el aprendizaje y mayor equidad en los logros académicos al incrementar las horas de clase, aunque este efecto sí tiene un límite. En el caso del sistema escolar chileno, caracterizado por la gran cantidad de horas que los y las estudiantes permanecen en las aulas, es importate realizarse la pregunta sobre cómo hacer que el tiempo de instrucción mantenga estándares de calidad y que el tiempo pueda ser aprovechado de forma productiva.

Por otro lado, es sabido que la principal influencia en el aprendizaje es la calidad docente. Las y los estudiantes necesitan sentirse vistos y reconocidos por sus profesores y profesoras y por los equipos de las escuelas, por medio de relaciones fuertes y de apoyo, y de una cultura de altas expectativas. Este tipo de relación tiene un impacto sinérgico a nivel socioemocional y académico, por lo que se observa que las y los profesores efectivos son hábiles en generar motivación, provocar la satisfacción, favorecer la autoestima y habilidades sociales en sus estudiantes. Además, estas características permitirían una reducción del ausentismo, de las conductas disruptivas y del abandono escolar. Sin embargo, ¿cómo se relaciona esto con la situación actual en las organizaciones escolares? Sin duda, la suspensión de clases presenciales y el modelo de enseñanza a distancia han llevado a reconfigurar las rutinas de las y los docentes. Por ello, una tarea para los líderes es maximizar la enseñanza de sus equipos, potenciando, por un lado, la labor de aquellos profesores y profesoras expertos en el contenido o en diferentes metodologías de enseñanza, y, por otro, asignado labores de apoyo a grupos pequeños a aquellos docentes que se destacan por la relación con sus cursos o por conectar las materias de clase con las experiencias de sus estudiantes. De esta manera, la sugerencia es reorientar la labor de los equipos docentes, asignando tareas que potencien sus fortalezas. Así, las y los estudiantes se benefician al contar con la enseñanza de profesores expertos, y, a la vez, de recibir orientaciones y apoyo individualizado de acuerdo a sus necesidades sociales, académicas y emocionales.

Uno de los aspectos que ha quedado al descubierto durante el período de aislamiento es la necesidad que las y los estudiantes reciban un apoyo que promueva su bienestar y desarrollo. Más en concreto, es importante favorecer su sentido de agencia y de capacidades para “auto-dirigirse”. Para ello, recomiendan utilizar metodologías como el “esfuerzo productivo” (productive struggle), donde estudiantes de todos los niveles deben buscar eficazmente soluciones a problemas antes de conocer la respuesta. Otra sugerencia que realizan los autores es incluir el trabajo en línea como una práctica habitual dentro de las escuelas (en la medida de lo posible), como una forma de preparación ante una posible nueva crisis. En el caso del cierre de escuelas, en Asia ante la epidemia del SARS, el año 2003, pudo observarse que la pérdida de aprendizaje fue mínima, dado el sistema de trabajo que las escuelas ya venían trabajando con sus estudiantes, lo que les permitió migrar rápida y efectivamente hacia la enseñanza a distancia.

En este sentido, el regreso a clases necesita un currículum que asegure el logro de aprendizajes clave. Por ello, un desafío para quienes conducen estos procesos es asegurar una selección y progresión coherente, que incluya, además, una enseñanza y recursos de calidad, sumado a evaluaciones que entreguen evidencias sobre los avances en el aprendizaje. La suspensión de clases presenciales ha mostrado la necesidad de acceder a recursos de calidad que muestren una secuencia clara en los conocimientos y que sean profundos en su contenido. Por otro lado, la evaluación debería dar cuenta de las altas expectativas que se tienen como escuela. Para ello, una recomendación es combinar evaluaciones formativas y con calificación, que puedan ser implementadas en diferentes formatos y tiempos. De esta manera, es posible recibir información útil y constante que refleje el desarrollo de habilidades y el progreso en el contenido de las clases.

Todas estas recomendaciones toman tiempo para ser desarrolladas, pero probablemente tengan un efecto que trascienda a la educación a distancia y al regreso a clases. La situación de pandemia y suspensión de actividades presenciales sin duda ha llevado a replantear distintas estrategias que eran realizadas en las organizaciones educativas hasta hace pocos meses. El desafío es incorporar estos nuevos aprendizajes profesionales en las rutinas cotidianas de las escuelas, con el foco de lograr una mejora y equidad de los aprendizajes.

 

Texto traducido y adaptado por Claudia Llorente y Paulo Volante desde:

Chiefs for Change & The Johns Hopkins University Institute for Education Policy (2020). The return: how should education leaders prepare for reentry and beyond?.Recuperado el 8 de julio de 2020 desde: https://chiefsforchange.org/wp-content/uploads/2020/05/CFC-TheReturn_5-13-20.pdf