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El poder de las escuelas

Desde el sentido común y desde la investigación, sabemos que la educación y específicamente la formación recibida en la escuela, genera un gran impacto en la vida de las personas, que incluso se extiende mucho más allá de los años de escolaridad y del curriculum explícito. Conocemos la medida del impacto en el aprendizaje que pueden llegar a alcanzar los buenos profesores en los estudiantes (d=0,4) y la proporción de la influencia ejercida por los líderes escolares (d=0,36). Por ello, en esta nueva edición del boletín de liderazgo destacamos la conversación que hemos realizado con cientos de directivos y profesores sobre cuál es el sentido que atribuimos a la escuela -específicamente a su efecto- en la vida de las personas.

En muchos lugares de Chile y del mundo, las escuelas son la principal oportunidad que los niños y jóvenes tienen para cultivar y desarrollar sus capacidades y para tomar una actitud positiva frente al futuro y frente a sí mismos. Solo por esta razón ya es posible decir que las organizaciones de tipo escolar son organizaciones poderosas, debido a que favorecen el crecimiento de los individuos en cuanto a sus habilidades y potencialidades. Al preguntarnos para qué existe la organización escolar en relación a su entorno social, es posible establecer que la escuela moderna transmite la cultura y herramientas que permitirán a los niños y jóvenes desempeñarse de manera autónoma y efectiva en el medio en el cual se insertan. Desde sus más tempranos orígenes, la escuela ha sido la encargada de transmitir conocimiento desde las generaciones adultas hacia aquellas más jóvenes, para que estas sean igualmente hábiles en su comportamiento en grupo, y en un sentido más amplio, en la sociedad. En ese sentido, se trata de la enseñanza de contenidos clave para entender el mundo y actuar en él, pero al mismo tiempo de modos de pensar, de actuar y de relacionarse, de valores y de roles, entre otros. De este modo, tendemos a pensar que la escuela es un lugar importante para la formación del carácter y del ciudadano, en los términos de la cultura en que está inserta.

Esquema articulo ppal

 Influencia instruccional en la organización escolar (P. Volante).
 

Con respecto a la pregunta sobre qué es lo que funciona en las escuelas, es sabido que uno de los elementos clave y que además cumple un rol en la articulación tiene que ver con lo que hemos denominado como “cadena de influencia” al interior de las organizaciones escolares: los equipos directivos alinean a sus miembros, logrando focalizar a los profesores en aquello que está más a su alcance, es decir, las prácticas de enseñanza, el ambiente de aprendizaje y las expectativas y motivaciones de sus estudiantes. Los equipos de directivos que se concentran en el foco instruccional tienden a obtener un mayor rendimiento, generando condiciones para un mayor impacto de la organización escolar. Por otra parte, los profesores que manifiestan una creencia profunda en sus capacidades individuales y en las que pueden alcanzar como colectivo, y que confían en el compromiso colegiado de los miembros de la organización, tienden a enfrentar las condiciones adversas y los compromisos futuros de manera más efectiva. La investigación ha propuesto y evidenciado la influencia de variables específicas, como la eficacia colectiva y autoeficacia de los docentes, la confianza relacional, el optimismo organizacional, todos ellos factores que convierten a la escuela en una organización más poderosa, y que a la vez son factibles de ser influenciados desde dentro. Con respecto a los estudiantes, sabemos que la capacidad de plantearse metas, de mirar hacia un futuro de mediano o largo plazo orientando la conducta actual con respecto a esas aspiraciones, y la capacidad de ejecutar acciones coherentes con los fines definidos, se traducen en logros académicos, en un compromiso cotidiano y en altas expectativas con respecto al propio desempeño y al de los pares. Todos estos elementos en su conjunto configuran una estructura organizacional que constituye una fuente de generación de capital social de la propia organización. Se trata de un activo de carácter intangible, simbólico y motivacional que en muchas ocasiones logra inspirar, fortalecer y activar capacidades de los individuos que se convierten en factores de la propia organización. En este sentido, la noción del poder de las escuelas no necesariamente se explica por las condiciones socioeconómicas o las ventajas estratégicas e institucionales: el poder de las escuelas también es una construcción social, relacional y simbólica que los propios individuos alimentan y también pueden inhibir.

Otro de los aportes centrales de las escuelas es el desarrollo de experiencias que permitan potenciar la agencia humana. En términos de Albert Bandura, la agencia se relaciona con la “capacidad para influenciar intencionalmente el propio funcionamiento y las circunstancias vitales”: en términos concretos, tiene que ver con la capacidad para idear un futuro, para transformar esas ideas en acciones y para convertir estas últimas en efectos que comprometan al propio individuo y en su entorno. La capacidad de ser agente supone intencionalidad, es decir, actuar con un propósito en el diseño de estrategias y reconocer a los otros individuos como agentes también; también supone la anticipación, o sea, establecer objetivos y posibles resultados que guíen los esfuerzos. Por otro lado implica autorreactividad, la capacidad para autorregularse, para construir planes de acción adecuados a los fines planteados y para motivarse a cumplirlos. Finalmente, la auto-reflexión tiene que ver con la examinación del propio comportamiento y de las propias ideas, realizando un ejercicio metacognitivo. En términos de liderazgo y gestión escolar, existen múltiples herramientas, modelos y tecnologías que se orientan de manera implícita por la idea de la agencia humana. Pensamos que uno de los principales deberes de las escuelas es permitir la ejercitación de la agencia a sus estudiantes y distribuir la agencia de sus profesores.

Finalmente, lo que en este texto denominamos como “poder” de las escuelas se distancia de la percepción de un poder impositivo o de estructuras que puedan inhibir las opciones e iniciativas de los individuos. Más bien, se trata de un poder e influencia positiva, que empodera y genera condiciones para favorecer la agencia de las personas y de las organizaciones. No se trata de una perspectiva ingenua que no considera los obstáculos ni las frustraciones cotidianas que son parte de la experiencia colectiva y de condiciones de esfuerzo, como son la tarea de enseñar y aprender en un sistema escolar altamente demandado por las expectativas de distintos sectores. Más bien, el poder de las escuelas orienta nuestros pensamientos y acciones hacia aquellas situaciones que serán críticas para que los individuos activen su iniciativa y concreten sus aspiraciones. Por eso es muy importante estar cerca de las metas de los estudiantes y de la capacidad de los equipos directivos, manteniendo el foco en aquellos factores que puedan ser de mayor influencia interna, más controlables y más acotados a la tarea fundamental de la escuela, que es la enseñanza ejercida por los profesores y el aprendizaje de sus estudiantes.

Texto editado por Paulo Volante y Claudia Llorente