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Desprivatizando la práctica pedagógica
Uno de los hallazgos de la investigación sobre liderazgo instruccional en el mundo ha sido mostrar cómo directores y directivos exitosos han incorporado en su rutina de trabajo diferentes prácticas relacionadas con lo que ha sido denominado “desprivatización” de la enseñanza. La definición de la desprivatización implica que los docentes observan y son observados por otros profesores, reflexionando sobre su desempeño y teniendo como foco la mejora de la experiencia y de los resultados estudiantiles
Desprivatizar, en un sentido literal, implica que lo privado se hace público: las salas de clases, un lugar esencialmente cerrado –donde solo participan profesor y alumnos- se abre al escrutinio por parte de otros, ya sean pares, profesionales de otras disciplinas, líderes escolares, investigadores, etc. Pese a que la observación se ha vuelto una rutina en muchas organizaciones, solo una pequeña fracción de las clases son observadas: si pensamos que un profesor puede enseñar hasta 50.000 horas pedagógicas a lo largo de su trayectoria profesional ¿en cuántas de estas es visitado por otro profesional? Probablemente los números muestren que la enseñanza aún es un asunto privado. El foco entonces, es transitar hacia lo público, recogiendo información desde las buenas prácticas en las salas de clases para conformar un cuerpo de conocimiento que vaya en aumento y cuyo acceso esté disponible para otros profesores, de modo que sea un saber compartido. De este modo, también se facilita el intercambio de conocimiento.
En un sentido más amplio, la tendencia de la desprivatización no solo se refiere a abrir las aulas, sino también a establecer rutinas de colaboración relacionadas con decisiones y prácticas conjuntas que impacten en el aprendizaje de los estudiantes. Por ejemplo, puede tratarse de un intercambio de prácticas específicas que hagan más consistente la experiencia de los estudiantes y más motivante el trabajo entre profesores. Así, no solo se trata de observar, sino también de cooperar, colaborar e incluso de participar de actividades de desarrollo profesional. Los docentes que se hacen parte de estas iniciativas logran focalizarse en aspectos específicos de su desempeño y en las necesidades de sus estudiantes asociadas a los desafíos que presenta el currículum, dejándose ayudar por sus pares. En ediciones pasadas del boletín hemos revisado modalidades de trabajo que facilitan la desprivatización, como son las Comunidades Profesionales de Aprendizaje, instancias que aspiran a una mejora basada en la reflexión conjunta sobre las prácticas realizadas en el aula. Para muchos, la aspiración incluso es que cada escuela se convierta por entero en una comunidad de aprendizaje, que se aboque de manera consistente a la mejora. Conocemos también las denominadas Caminatas de Aula, ciclo de trabajo que se basa en visitas breves y focalizadas a las salas de clase, para luego profundizar en preguntas específicas acerca de lo observado. Menos común en Latinoamérica, pero de amplio alcance en Asia, sabemos de la experiencia del lesson study, práctica creada en Japón que implica el diseño conjunto de una clase en particular y la ejecución de la misma por parte de uno de los profesores siendo observado por sus pares, quienes hacen registros detallados. Luego, se realiza un análisis de manera colaborativa en un coloquio, donde se reflexiona sobre la enseñanza y el aprendizaje en un sentido amplio. En China, los teaching research groups se basan en la tradición del trabajo colectivo realizado en las escuelas de ese país, que incluye actividades institucionalizadas en el trabajo diario, como preparación colectiva de clases, lecciones abiertas y observación y evaluación de clases entre profesores. Concretamente, estos grupos se enfocan en el trabajo por asignaturas, revisando temas relacionados con el contenido de estas. También prácticas como el coaching y la mentoría implican mostrar la propia práctica a otro, quien puede otorgar retroalimentación directa. Detrás de todas estas prácticas existe la fuerte creencia de que el tiempo utilizado en la observación y análisis efectivamente servirá para mejorar la enseñanza, y por consiguiente, el aprendizaje de los estudiantes.
Incluso las prácticas de colaboración se han extendido a niveles más amplios, abarcando el trabajo dentro de distritos escolares o en redes de colegios privadas o públicas que puedan estar asociadas a una determinada estructura administrativa regional o incluso nacional. Más aún, investigadores han llevado adelante iniciativas donde establecimientos de distintos lugares del mundo pueden compartir y mostrar sus buenas prácticas a otras escuelas para obtener apoyo en mejoras específicas. Así, la investigación ha logrado sistematizar modelos de trabajo asiático y transferirlos en escuelas de occidente obteniendo resultados satisfactorios. Esta experiencia internacional también es coherente con experiencias locales: tal es el caso del proyecto “Equipos de Liderazgo Instruccional”, en que el equipo del Programa Avanzado en Dirección y Liderazgo Escolar, con el apoyo de Fondecyt, logró identificar prácticas reportadas en la investigación internacional asociadas con la conformación de equipos, la planificación enfocada en aprendizajes clave, la motivación académica de estudiantes de distinto nivel de desempeño y la implementación de prácticas de comunidades profesionales de aprendizaje, entre otras. Gracias al fundamento investigativo internacional y a la apertura de un grupo colegios, fue posible transcribir en un protocolo público y transferible los distintos pasos y criterios para aplicar estas prácticas, lo cual se concretó en el libro “9 Claves ELI: Manual de Prácticas para Equipos de Liderazgo Instruccional”, editado por Ediciones UC. Así, se genera un material disponible para ser aplicado en organizaciones educativas de distinto tipo.
En resumen, el movimiento global de desprivatización de la enseñanza supone en primer lugar la apertura, es decir el hacer público lo que ocurre dentro de las salas de clase, sometiéndolo a la reflexión, implementando mejoras y extrayendo las buenas prácticas. En segundo lugar, supone la capacidad de hacer disponible este conocimiento dentro de la propia organización e incluso sistematizarlo y posibilitar su implementación en otras organizaciones educativas o en diferentes contextos. De este modo será posible iniciar y sostener iniciativas de cooperación y colaboración. Algunas prácticas comprendidas dentro de la desprivatización de la enseñanza son la observación y retroalimentación de aula, las comunidades profesionales de aprendizaje, el coaching entre profesores pares y entre profesores expertos y novatos, además de prácticas como el lesson study y los teaching study groups. Para que este enfoque de mejora sea sustantivo y pueda desarrollarse, es clave mantener el foco del trabajo, otorgando apoyo a los docentes involucrados en la iniciativa y facilitando las oportunidades necesarias, cuidando espacios protegidos para el trabajo conjunto. Importante además es mantener un espacio de confianza, permitiendo a los profesores a mostrar su labor y encuadrando la desprivatización de prácticas como un paso necesario dentro de la mejora instruccional. Solo conociendo lo que sucede dentro de las salas de clase será posible realizar diagnósticos certeros y comenzar procesos que impacten en la enseñanza de los profesores y el aprendizaje de los estudiantes.