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Carrera directiva: oportunidades y barreras
Santiago Allamand es abogado y egresado del programa de Magíster en Educación, mención Dirección y Liderazgo Escolar (horario ejecutivo). Ha enfocado el trabajo de su proyecto final de Magíster en las posibilidades de establecer una Carrera Directiva en nuestro país, extrayendo recomendaciones en base a un Estado del Arte en la materia. En esta ocasión, nos comenta algunas de sus principales conclusiones. De acuerdo a Santiago, el rol de los directores en las escuelas se ha discutido a nivel de regulaciones al menos hace 14 años. A pesar que se han dictado leyes que definen su función (por ejemplo, la Ley de Jornada Escolar Completa de 2004 y Ley General de Educación de 2009) y sus procedimientos de selección (Sistema de Aseguramiento de la Calidad de la Educación de 2011), aún no se ha configurado un sistema integrado. Una pregunta interesante es por qué razón no ha sucedido, tal como sí ocurrió con la “Carrera Docente”.
Es posible hipotetizar que ha habido resistencias a los cambios en esta materia. Por ejemplo, el actual Estatuto Docente, ha sido objeto de modificaciones legales y complementos desde su publicación en 1991, y aun así no se ha llegado a crear un sistema unificado y diferenciado que regule una Carrera Directiva. Por otro lado, ya hace más de cuatro años comenzó la discusión parlamentaria respecto de la Carrera Docente, donde se prometía la creación de una Carrera Directiva. Sin embargo esta aún no aparece ni siquiera como proyecto. Por ello, es clave preguntarse cuáles son los principales antecedentes y proyecciones sobre la creación de una Carrera Directiva. Santiago destaca algunos puntos clave:
1. Actualmente existe regulación respecto de los directores en Chile, pero aún es inorgánica y parece ser insuficiente: las normas que regulan la función directiva se encuentran dispersas. Estas tratan temas como las funciones de los directivos, sus atribuciones, perfiles y mecanismos de selección, sus derechos y responsabilidades. Además, existen estándares como el Marco para la Buena Dirección y el Liderazgo Escolar y programas como el Plan de Formación de Directores. Sin embargo, no existe una ley única que integre la regulación.
2. Existen vacíos en materias clave de una Carrera Directiva, por ejemplo, en sus fases y tramos de desarrollo, que no son abordados por las normativas existentes. Asimismo, no se hace referencia a remuneraciones e incentivos para cada etapa.
3. Aún existen aspectos a mejorar y desarrollar en una hipotética Carrera Directiva, destacando los requisitos de ingreso y el proceso de selección, que aún son perfectibles. Por ejemplo, una posibilidad es que los postulantes al cargo de director propongan un equipo con el cual desempeñar sus funciones, o que se cuente con un Proyecto de Dirección al momento de postular al cargo. Finalmente, Santiago evalúa la idea de incorporar más mecanismos de transparencia al proceso y ampliar las posibilidades de participación de la comunidad educativa.
En la actualidad podría visualizarse una tensión entre una Carrera Directiva formal, coordinada a nivel central y la posibilidad de establecer trayectorias formativas lideradas localmente. Por ello, Santiago comenta que lo primero que debería hacerse es determinar características o capacidades que se intentan incluir en cada fase, para luego determinar estas fases o tramos. Esto podría realizarse de dos grandes maneras: a nivel central, es decir, que el legislador lo determine de antemano, o a nivel local, es decir, dejar el proceso a discrecionalidad de cada comunidad educativa. Si se optase por esta segunda vía, sería importante establecer a nivel central un marco mínimo de referencia a partir del cual construir.
Una vez se hayan determinado dichas características o capacidades, será necesario establecer la cantidad de tramos o fases por las cuales un directivo transitará. En Chile, la Carrera Docente se estructura en cinco tramos más un tramo inicial de acceso. De acuerdo a Santiago, este modelo pareciera no ser el óptimo para el desarrollo de una carrera directiva debido al gran número de etapas, con una progresión de 12 años (Centro de Perfeccionamiento, Experimentación e Investigaciones Pedagógicas, 2019). Un modelo simplificado podría ser aquel que sigue al Proyecto Educativo Institucional por el plazo de 4 años, estableciendo cada año si la persona sube o no de tramo.